
Decidí tomar rumbo este, regresando a un punto donde hora y media antes la sonda había detectado la presencia de gran cantidad de peces pasto. Casi al llegar al punto marcado, mi cuñado Manolo, que estaba en la bañera del barco, gritó: ¡algo anda detrás de uno de los señuelos! Dos segundos después de decirlo, la chicharra del Shimano TLD 30 comenzó a cantar de manera exagerada, y metros y metros de hilo fluían en dirección al agua. ¡PICADA!
Puse punto muerto en el motor, pues el pez parecía grande, salí de la cabina a toda pastilla, me calcé el cinturón de combate, mi cuñado Manolo cogió la caña, la sacó de su cañero y me la pasó. Mi primera sensación al sentir el pez al otro lado de la línea fue muy emocionante: "esto es grande, más grande de lo que hayas tenido nunca enganchado en una caña". El pez seguía sacando hilo, pero había bajado la velocidad de huida. En un momento paró y empecé a recuperar, bombeando no sin cierto esfuerzo.
El pez, que estaba tirando hacia abajo, cambió su dirección, y comenzó a subir, a una velocidad impresionante. Me obligó a recuperar hilo como un loco, veía la línea subir y subir... ¡haber si va a ser un marlín! Justo entonces, efectivamente, el pez surgió del agua y se mostró, arqueando su plateado y estilizado cuerpo...¡es un marlín!

Uff, cómo pesa ésto
Nos emocionó ese momento, que se fue repitiendo varias veces durante el combate. El marlín parecía tener una energía inagotable, sus saltos y carreras eran sorprendentes y había que estar muy atento para no perder la tensión del hilo y que se soltara.
A los 10 minutos de combate, los efectos de la falta de sueño, mi tendinitis de hombro mal curada, el semi-mareo que tenía, lo pesado del equipo de combate y la falta de costumbre, me decían que era momento de dejarlo. Pasé la caña a mi cuñado Manolo con un lacónico "coge la caña, a mí me ha reventado". Le coloqué el cinturón de combate y hala, a la pelea. Afortunadamente para él, los saltos del pez cada vez tenían menos altura y las carreras menos violencia, y poco a poco el pez se iba acercando a la borda.

Me puse otra vez al timón, atento para realizar las maniobras que permitieran que el pez no se metiera por debajo del barco (cosa que estuvo a punto de suceder un par de veces), y mientras veía cómo Manolo sudaba la gota gorda sufriendo con el combate, le avisé a Salva que preparara los bicheros.
Por fin, el pez se rindió, lo acercamos a la borda, y suavemente cogí el hilo del bajo, tiré hacia mí, Salva lo embicheró con cuidado, cogí el otro bichero, y entre los dos embarcamos el pez.
Manolo, encantado de la vida
30 kilos y 2,10 metros de ejemplar de Marlín Blanco, la especie de Marlín más habitual en nuestras aguas.
El equipo utilizado, una caña Shimano BeastMaster de 50 libras, un carrete Shimano TLD 50, línea de 0,80 mm. y bajo de 0,74 en fluorocarbono. Al final de la línea, un torpedo Feather de Williamson de color rojo y negro.
Felices, emprendimos el largo viaje de retorno (aquel día se hizo más corto) a puerto, mientras comunicábamos por radio a otros compañeros de pesca la captura. Entre enhorabuenas y parabienes llegamos a la base en Ondarroa, nos fotografiamos con el pez, lo medimos, lo pesamos, lo repartimos, y mi parte fue cuidadosamente cocinada y envasada para consumirla a lo largo del año.
Felices, emprendimos el largo viaje de retorno (aquel día se hizo más corto) a puerto, mientras comunicábamos por radio a otros compañeros de pesca la captura. Entre enhorabuenas y parabienes llegamos a la base en Ondarroa, nos fotografiamos con el pez, lo medimos, lo pesamos, lo repartimos, y mi parte fue cuidadosamente cocinada y envasada para consumirla a lo largo del año.

P.D.: sin embargo, el próximo Marlín Blanco lo soltaré. Lo juro. Catch and Release.
1 comentario:
Estoy contigo Miguel, si tenemos la suerte de trincar otro Marlin, yo tambien soy partidario de soltarlo.
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